ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL DE EE.UU.
El pasado 4 de diciembre, se publicó la Estrategia de Seguridad Nacional de la actual administración norteamericana. Se trata de un documento que expone los principales objetivos, amenazas y preocupaciones para la seguridad nacional de Estados Unidos, exterior e interior, y presenta las directrices para hacerles frente, con el propósito fundamental de defender sus intereses nacionales. Afecta a todos los departamentos del gobierno, especialmente al de Defensa, de Estado y de Seguridad Nacional del territorio y sirve de guía a toda la comunidad de inteligencia de EE.UU. Se emite cada 4 años, normalmente en el primer año de la Presidencia.
Dada la polémica que ha creado en Europa, conviene ceñirse lo más posible al texto y realizar valoraciones objetivas. Los principales puntos de esta estrategia, incluyendo los que afectan a Europa, especialmente desde la óptica de la política de defensa, son los siguientes:
Tras la introducción se citan una serie de objetivos deseables (lo que queremos del/en el mundo). En tercer lugar, tras las Américas y la región Indo-Pacífico, se refiere a Europa en estos términos: “Queremos apoyar a nuestros aliados en la preservación de la libertad y la seguridad de Europa, mientras restauramos la confianza en sí misma como civilización europea y su identidad occidental”. Se confirma en esta afirmación que EE.UU. va a seguir colaborando en la defensa de Europa.
Entrando ya en los apartados de la Estrategia propiamente dichos, en lo referente a los Principios, es de destacar: la primacía de la nación sobre las entidades transnacionales, considerando a la nación como la unidad política fundamental; el equilibrio de poder global: “colaboraremos con nuestros aliados y socios para mantener el equilibrio de poder global y regional y prevenir el surgimiento de adversarios dominantes”. Es una clara alusión a la colaboración regional y en el seno de la OTAN, al emplear los términos de aliados y socios; y la justicia, solicitando a los aliados más inversión en defensa con relación a su PIB.
En cuanto a las Prioridades, la primera de ellas es la protección de las fronteras: “debemos proteger a nuestro país de la invasión, no sólo de la migración descontrolada, sino también de las amenazas transfronterizas como el terrorismo, las drogas, el espionaje y la trata de personas”; seguida de la protección de los derechos fundamentales: “en particular, los derechos a la libertad de expresión, la libertad de religión y de conciencia”. “En cuanto a los países que comparten, o dicen compartir, estos principios, Estados Unidos abogará firmemente por su respeto en la letra y el espíritu. Nos opondremos a las restricciones anti- democráticas impulsadas por las élites en las libertades fundamentales en Europa, la anglosfera y el resto del mundo democrático, especialmente entre nuestros aliados”.
La tercera prioridad, compartir cargas, es la más relacionada con la política de defensa en Europa. Se alude al Acuerdo de la Haya, promovido por EE.UU., para que los países OTAN inviertan el 5% del PIB en gastos de defensa. Aunque se señala que ha sido ratificado por los países miembros, es sabido que España se ha desmarcado y ha confirmado su subida hasta el 2%.
Asimismo, dentro de esta prioridad, se solicita a los aliados “que asuman la responsabilidad principal de sus regiones” proponiendo un trato más favorable en materia comercial, intercambio de tecnología y adquisiciones de defensa para aquellos países que voluntariamente asuman una mayor responsabilidad por la seguridad y armonicen sus controles de exportación con los de EE.UU. En cuanto a estas posibles concesiones, España ha tenido y tiene Convenios de Defensa con EE.UU., que incluyen el “Convenio Complementario Cuatro sobre Cooperación Industrial para la Defensa” de 1982, que ha sido muy beneficioso para nuestra industria de defensa. En este aspecto, España ya goza de una posición muy favorable.
Entre el resto de las prioridades destacan la revitalización de la base industrial de defensa, animando a los países aliados y socios a hacer lo mismo para reforzar la defensa colectiva. Aquí hay espacio para la colaboración con EE.UU. tanto a nivel bilateral como dentro de la OTAN; y el dominio energético, que aboga por la reindustrialización de combustibles fosiles, “rechazando las desastrosas ideologías del “cambio climático” y del “cero neto” que tanto han dañado a Europa, amenazan a Estados Unidos y subsidian a nuestros adversarios”.
Al tratar las Regiones, como en otras versiones anteriores de la Estrategia de Seguridad Nacional, el orden puede dejar entrever la prioridad regional para Estados Unidos. Europa aparece en tercer lugar, tras el Continente Americano en su totalidad y la región Indo-Pacífico, con el título de: Promocionando la Grandeza de Europa. Tras señalar que Europa “ha perdido participación en el PIB mundial (del 25% en 1990 al 14% en la actualidad), en parte debido a regulaciones nacionales y transnacionales que socavan la creatividad y la capacidad industrial”, menciona “que este declive económico se ve eclipsado por la perspectiva real y más cruda de un borrado de la civilización”.
Y prosigue: “Los problemas más importantes que enfrenta Europa incluyen las actividades de la Unión Europea y otros organismos transnacionales que socavan la libertad y la soberanía políticas; las políticas migratorias que están transformando el continente y generando conflictos; la censura de la libertad de expresión y la supresión de la oposición política; el desplome de las tasas de natalidad; y la pérdida de identidades nacionales y de confianza en sí mismas”.
Sin embargo, no todo son críticas, también se señala que “Europa sigue siendo estratégica y culturalmente vital para Estados Unidos. El comercio transatlántico sigue siendo uno de los pilares de la economía global y de la prosperidad estadounidense. Los sectores europeos, desde la manufactura hasta la tecnología y la energía, se mantienen entre los más sólidos del mundo”.
En el plano de la defensa de Europa, se propone como prioritario que Europa asuma la responsabilidad principal de su propia defensa. Esto puede tener un impacto directo sobre la defensa de Europa. Al tener que asumir los países europeos la responsabilidad principal del continente, se deja la puerta abierta a una posible reducción de efectivos norteamericanos en el continente. Sin embargo, no es excluyente para que la OTAN siga asumiendo la defensa de Europa. Al aumentar los países europeos sus presupuestos de defensa, éstos pueden asumir más funciones y proporcionar más fuerzas a la Alianza. También se aboga para que “se ponga fin a la percepción de considerar a la OTAN como una alianza en perpetua expansión”, una clara alusión para prevenir la expansión de la Alianza a países del Este de Europa, especialmente a Ucrania y Georgia.
Respecto a Rusia, aboga por una importante participación diplomática norteamericana para mejorar las relaciones de Europa con dicho país. Aquí se observa una postura muy discordante con países europeos como Francia, Alemania y Gran Bretaña, principalmente, que no quieren ningún acercamiento a Rusia. Evidentemente, va a ser un punto de fricción, que se va a añadir al malestar de estos países por las críticas arriba expuestas. Rusia es considerada por EE.UU. como el factor desestabilizante en un hipotético enfrentamiento de Estados Unidos con su principal adversario, China, por ello, la administración Trump pretende mejorar la relación con Rusia no solamente en el plano bilateral, sino también extenderla a países de Europa.
En cuanto a la guerra de Ucrania, subraya el interés fundamental de EE.UU. en el cese de hostilidades, prevenir una escalada, restablecer la estabilidad estratégica con Rusia, facilitar la reconstrucción de Ucrania y asegurar su supervivencia como “Estado viable”. Actualmente hay diferencias importantes con los países europeos antes citados, con otros europeos y con la UE., especialmente en lo relacionado con Rusia y las condiciones para el cese de hostilidades.
Cambiando de Región, pero dentro del marco de la política de defensa, es de destacar en lo que se refiere a las Américas, la “reconsideración de la presencia militar norteamericana”, implicando un aumento; y la oposición a que “competidores de fuera del continente puedan desplegar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio”. Se está refiriendo principalmente a la presencia de China y Rusia en dicho continente, muy activa en las últimas décadas en lo que se refiere a China.
En lo que concierne a la Región Indo-Pacífico, señala que “el Indo-Pacífico ya es y seguirá siendo uno de los campos de batalla económicos y geopolíticos clave del próximo siglo” proponiendo como prioridades, entre otras, disuadir un conflicto en Taiwán preservando la superioridad militar y finalizar las exportaciones de precursores del fentanilo que alimentan la epidemia de opioides en Estados Unidos.
Para finalizar, me gustaría extraer estas conclusiones sobre el impacto de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. en Europa, especialmente en su política de defensa:
· Europa continúa siendo un pilar estratégico fundamental para Estados Unidos.· El aumento significativo de los presupuestos de defensa de los países miembros de la Alianza, propuesto por Washington, refuerza la fortaleza de la OTAN y asegura la defensa de Europa en el seno de dicha organización defensiva, la más segura de la historia, donde ninguno de sus países ha sido invadido.
· Las claras divergencias ideológicas de la administración Trump con varios gobiernos de países europeos y con la UE actual, no pueden afectar negativamente a la cohesión de la Alianza Atlántica ni estar por encima de la defensa colectiva.
Carlos Alonso Ausin, coronel retirado.
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