Psiquiatría y espiritualidad
Articulo publicado en www.eldebate.com
https://www.eldebate.com/opinion/tribuna/20220101/psiquiatria-espiritualidad.html
Tribuna Carlos Alonso Ausin
Parece claro que la religión y la espiritualidad pueden ser beneficiosas para la salud mental, aunque oficialmente no se reconozca así y la mayoría de los psiquiatras y organizaciones del ramo no lo consideren
Después
de casi dos años, esta pandemia con sus variantes y sus nuevas olas
sigue poniendo a prueba nuestra resistencia física y psíquica. A este
respecto, el psiquiatra y profesor asociado de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Harvard, David H. Rosmarin, publicó en el mes de
junio un artículo en Scientific American, Psychiatry Needs to Get Right with God
(la Psiquiatría necesita estar a bien con Dios), en mi opinión, de gran
actualidad en estos nuevos picos de la pandemia, donde desvela unos
datos y reflexiones muy interesantes y aboga por una reconciliación de
la psiquiatría con la religión y la espiritualidad, lo cual tiene un
impacto positivo en la salud mental, algo cada vez más necesario para
mantener el ánimo en esta lucha contra la COVID-19.
El
artículo comienza citando un estudio de la economista Jeanet Bentzet de
la Universidad de Copenhague, que examinó las búsquedas en Google de la
palabra «oración» en 95 países, alcanzando un máximo mundial sin
precedentes en marzo de 2020, en paralelo con el máximo número de casos
identificados en cada país. Asimismo, se constata que según el Pew
Research Center, el 55 por ciento de los estadounidenses oraron para
poner fin a la propagación del nuevo coronavirus en marzo de 2020 y casi
una cuarta parte informó que su fe había aumentado el mes siguiente, a
pesar del acceso limitado a los lugares de culto. Para el autor del
artículo estos datos no solo son tendencias sociológicas interesantes,
sino también clínicamente significativas, afirmando que han sido
históricamente desechadas por los psiquiatras. En línea con lo anterior,
se menciona un programa piloto del Hospital McLean en Massachusetts
cuyos resultados indican que prestar atención a la espiritualidad es un
aspecto crítico de la salud mental.
Seguidamente,
el doctor Rosmarin describe sus experiencias personales clínicas. En
2017 su equipo multidisciplinario de médicos, investigadores y
capellanes sobre salud mental crearon el grupo «Psicoterapia espiritual
para tratamiento intensivo, residencial y para pacientes hospitalizados
(SPIRIT)» que evaluó a mas de 5.000 personas y cuyos resultados sugieren
que la psicoterapia espiritual no solo es factible sino muy deseada por
los pacientes. Dentro de esta espiritualidad están incluidas las
diversas religiones.
«En 2020 la salud
mental de los estadounidenses se hundió al punto más bajo de la
historia: la incidencia de trastornos mentales aumentó en un 50 por
ciento en comparación con antes de la pandemia, el abuso de alcohol y
otras sustancias aumentó, y los adultos jóvenes tenían más del doble de
probabilidades de considerar seriamente el suicidio que en 2018. Sin
embargo, el único grupo que vio mejoras en la salud mental durante el
2020 fue el de aquellos que asistieron a servicios religiosos al menos
semanalmente (virtualmente o en persona): el 46 por ciento de ellos
informa tener una salud mental «excelente» en la actualidad frente al 42
por ciento hace un año. Como escribieron el exrepresentante del
Congreso Patrick J. Kennedy y el periodista Stephen Fried en su libro A Common Struggle, «los dos tratamientos más subestimados para los trastornos mentales son 'el amor y la fe'».
Para
el autor del artículo no es de extrañar que el 60 por ciento de los
pacientes psiquiátricos quieran hablar de su espiritualidad durante el
proceso del tratamiento, sin embargo, según él, «los psiquiatras rara
vez brindamos esa oportunidad. Los esfuerzos actuales para aplanar la
curva de salud mental de la COVID-19 han sido casi por completo
seculares. El extenso conjunto de recursos para el consumidor de la
Asociación Estadounidense de Psicología no menciona la espiritualidad.
De más de 90.000 proyectos activos actualmente financiados por los 27
institutos y centros dentro de los Institutos Nacionales de Salud de EE.
UU., menos de 20 mencionan la espiritualidad en cualquier parte en
abstracto y solo un proyecto contiene este término en su título».
El
Dr. Rosmarin cita el caso de uno de sus pacientes, una mujer de 22
años, aparentemente apartada de su religión, que presentó un aumento en
la depresión y ansiedad. Dijo sentirse «derrotada» y que estaba
perdiendo la esperanza de mejorar alguna vez. «Mi investigación me ha
enseñado que muchas personas seculares creen en algo y, por lo tanto,
evalúo la espiritualidad con todos los pacientes, independientemente de
su afiliación religiosa o la falta de ella. En ese contexto, esta
paciente en particular me contó que creía en Dios. En el transcurso de
solo tres sesiones focalizadas sobre estas ideas sobre su
espiritualidad, llegó a una sensación de mayor esperanza, de poder
superar los desafíos de su vida y sus síntomas de depresión comenzaron a
disminuir».
«Innumerables anécdotas de esta
naturaleza ocurrieron durante un ensayo clínico reciente de un año de
SPIRIT que mi equipo de investigación completó con fondos del Bridges
Consortium. Más del 90 por ciento de los pacientes informaron haber
experimentado algún tipo de beneficio, independientemente de su
afiliación religiosa».
Con todos estos
datos, parece claro que la religión y la espiritualidad pueden ser
beneficiosas para la salud mental, aunque oficialmente no se reconozca
así y la mayoría de los psiquiatras y organizaciones del ramo no lo
consideren. No se trata de convertir a nadie, ni de imponer nada, ni que
creer en Dios, la religión o la espiritualidad sean una receta. Se
trata de abrir la puerta, de aumentar las posibilidades, de incrementar
las opciones para que, basados en las investigaciones y en los hechos
antes descritos, la ciencia se abra y la exploración científica se
concilie con la espiritualidad y se pueda incluir en los tratamientos
para mejorar la salud mental. Los pacientes merecen tener esta opción.
Ciertamente,
estos datos presentados se basan en investigaciones en EE. UU., no en
Europa, pero no parece que hubiesen sido muy diferentes, más bien al
contrario, especialmente en Europa occidental, donde hablar de religión y
espiritualidad en ambientes científicos y sociales se ha convertido en
un verdadero tabú, como si estuviera prohibido hablar de ello.
Como
en una guerra, esta lucha contra la pandemia debe considerar todos los
recursos a disposición del Estado, todos los medios y aspectos de la
ciencia, pero sin cerrar la puerta a la dimensión espiritual de la
persona, como factor de equilibrio tan importante en los momentos que
vivimos.
- Carlos Alonso Ausin es coronel retirado y exfuncionario de NNUU en Nueva York
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